Un día normal, te levantas a las 7 de la mañana, una ducha rápida y a empezar el día. Despiertas a tus hijos y los pones en marcha, con lo que esto supone claro, vestirlos, hacer que desayunen y todo a un tiempo veloz porque hay que llegar al cole a la hora y luego al trabajo. Los dejas y rápidamente te montas al coche y por un momento piensas que han pasado más de mil horas, pero no, aún te queda un día completo de trabajo.
Llegas a la oficina y empieza la rutina, unas veces más tranquila, otras de ataque. Apenas tienes tiempo para comer y cuando lo haces parece que te obligas, porque la vorágine del día no te permite ni siquiera sentir hambre, sin embargo, si viene el deseo de comer ciertos alimentos, esa galleta que esta en tu cajón o atacar la caja de bombones que alguien se ha dejado por ahí
Así terminas el día con un montón de actividades más, buscar a los niños, llevarlos a clases extraescolares, mientras vas hacer la compra o pones una lavadora. Cuando llega la cena, estas muy cansada, pero toca aguantar lo que queda del día, así que empiezas a picar, parece que el hambre ya ha aparecido y viene muy rápida y también selectiva, porque ahora toca un poco de pan con queso o jamón o frutos secos o vuelve el chocolate y la galleta.
Cuando te sientas a cenar no tienes hambre, pero te sientes en la obligación de acompañar a la familia, además ya que has cocinado, no lo vas a dejar. Y piensas: ¡Que mal lo he hecho hoy! Me siento tan mal conmigo misma. Y te propones empezar dieta mañana mismo, la que sea, morirme de hambre si es necesario, pero ¡hay que hacer algo ya!
Si te sientes identificada quiero que sepas que es el relato del 80% de mis clientas, cuando llegan a consulta.
En el año 2019 la comunidad europea hizo una encuesta, donde concluyó que la mujer española es la más estresada de Europa. El 66% de las mujeres sienten que el tiempo no les alcanza, debido a que trabajan fuera y dentro de casa, asumiendo casi en su totalidad la responsabilidad de la organización familiar. Tienen menos tiempo para hacer ejercicio físico y duermen menos que la media de la comunidad europea.
Entonces, te pregunto: cuando estás cansada ¿Cómo repones energía? Durmiendo o comiendo ¿verdad? Pues bien, si llegas a casa agotada de un día intenso de trabajo, con ganas de dormir, pero son las 6 de la tarde y no puedes parar ¿cómo vas a reponer la energía? ¡exacto! Comiendo.
Si encima esto te produce estrés porque sientes que no llegas a todo, la sensación para tu cerebro será muy primitiva. La misma de vivía el hombre de las cavernas cuando salía a cazar y sentía el asecho del león. Así que siempre tenía que estar preparado, con el 100% de energía para poder huir o pegar.
Con lo cual, tu cerebro te pedirá comer alimentos que te den una energía muy rápida, como el azúcar o los hidratos de carbono refinados.
Y me preguntarás: ¿qué hago entonces? Lo que trabajo con todas mis clientas, empezar a gestionar el tiempo que necesitas para cuidarte. No podemos iniciar ningún cambio de hábitos de alimentación sin primero buscar recursos para gestionar el estrés.
Haz un calendario de actividades de la semana y escribe en el, todas las tareas que tienes que hacer al día. Y luego haz estas preguntas:
- ¿Qué actividades son obligatorias?
- ¿Cuáles has escogido tú?
- ¿Cuáles te proporcionan placer?
- ¿Cuáles reflejan tus intereses?
- ¿Cuánto tiempo dedicas a esa actividad a la semana?
- ¿Hay algo que quieras hacer pero no puedes por falta de tiempo?
- ¿Cuáles actividades no te gusta hacer?
- ¿Qué es lo que no te gusta de esa actividad?
- ¿Puedes delegar alguna tarea de las que no te gusta hacer? ¿En quién?
- ¿Qué pasaría si dejaras de hacer alguna cosa que no te gusta hacer?
Una vez que respondas estas preguntas estás preparada para empezar a cuidarte con tu alimentación.