Es posible que en estas fechas en tu cabeza empiece a rondar la palabra «dieta». Los excesos de las vacaciones que ya se acbaron, el pantalón que me aprieta y la víspera cada vez más cerca de las fiestas donde volverán los excesos, asoman en ti ganas de bajar la barriguita o esas «cartucheras» que te molestan con los kilos de más
Así, empiezas a buscar en internet «métodos mágicos» que te ayuden adelgazar, por su puesto sin mucho esfuerzo, como si eso fuera posible.
Si has hecho muchas o alguna dieta, te sentirás identificada con alguno de estos procesos mentales que hace tu mente:
- Pones mucha más atención a lo que comes
- La dieta te dice lo que debes y no debes de comer
- Seleccionas los alimentos según sus calorías.
- Depende de la dieta que escojas clasificaras los alimentos en «buenos o malos», dicho en dos palabras: «engorda o no engorda». Eso si no los clasificamos depende de lo saludable o no, que no deja de ser otra forma de juzgar el alimento
Parece que esto nos hace estar mas seguras de lo que hacemos, pero la realidad es que hacer esto una o mas veces no lleva de cabeza a un abísmo que no tiene fin: dejamos de elegir por nuestra cuenta o intuitivamente.
Alguna vez has ido a comer y te has parado a pensar ¿qué es lo que quieres? ¿si tienes hambre o no? ¿si en ese momento es bueno para ti o no ese alimento?
Pasamos por la era de la información y nos venden la idea de adelgazar o lo venden como comer más saludable, de mejorar nuestra alimentación, pero te has preguntado ¿qué quieres tú? y sobre todo ¿para qué lo quieres?
Observa lo que «hay ahora» en este preciso momento y evita las etiquetas previas de «me conviene o no me conviene».
Mantén una actitud de cuidado y no juicio. (1)
A través de la observación de tus pensamientos, sensaciones y emociones encontrarás más compasión y comprensión y por ende más cuidado, algo clave para avanzar a tú objetivo de peso y salud.
¿Te atreves a probarlo? hablamos